Tres desafíos, tres caminos, tres preguntas para contextar en ese riguroso orden.
Para evitar la tantación de dejar que sea quien está conmigo el que termine diciendo adónde voy.
Para evitar caer en el error de definir quién soy a partir de quién me acompaña.
Para no pretender definir mi rymbo desde lo que veo del tuyo.
Para no permitir que nadie quiera definirme en función del rumbo que elijo y mucho menos confundir lo que soy con esta oarte del camino que voy recorriendo.
Primero lo primero -decía mi abuelo; y después, quiñando un ojo, agregaba-: porque lo último siempre conviene dejarlo para el final.
Y el primer desafío es el del proceso de descubrir quién soy.
El encuentro definitivo con uno mismo.
El trabajo de aprender a No depender.
El segundo es el desafío de decicir adónde voy.
La búsqueda de plenitud y de sentido.
Encontrar el propósito fundamental de nuestra vida.
Y el tercero, el desafío de elegir con quién.
El encuentro con el otro y el coraje de dejar atrás lo que no está.
El proceso de abrirse al amor y de hallar nuestros verdaderos compañeros de ruta.
Me he pasado fran oarte de mi vida consultando los apuntes que otros dejaron registrados en sus mapas. Consejos y sabidurías de muchos que me ayudaron a retomar el rumbo cada vez que me perdía. He dedicado casi todo el resto de mi tiempo a trazar en ideas mis propios mapas del recorrido.
Quizás las cambiantes respuestas que fuí encontrando puedan servir a alguno de los que, como yo, suelen animarse al descubrir que otro llegaron al mismo lugar por diferente camino. Ojalá puedan ayudar también a los que, en lugar de respuestas, prefieren encontrar sus propias preguntas.
El mapa nunca es el territorio y será responsabilidad de cada uno ir corriendo el territorio cada vez que su propia experiencia encuentre que el que suscribe está equivocado.
Sólo así nos encontraremos al final. Tú con tus respuestas, yo con las mías.
Querrá decir que las encontraste.
Querrá decir que también lo conseguí yo.
Para evitar la tantación de dejar que sea quien está conmigo el que termine diciendo adónde voy.
Para evitar caer en el error de definir quién soy a partir de quién me acompaña.
Para no pretender definir mi rymbo desde lo que veo del tuyo.
Para no permitir que nadie quiera definirme en función del rumbo que elijo y mucho menos confundir lo que soy con esta oarte del camino que voy recorriendo.
Primero lo primero -decía mi abuelo; y después, quiñando un ojo, agregaba-: porque lo último siempre conviene dejarlo para el final.
Y el primer desafío es el del proceso de descubrir quién soy.
El encuentro definitivo con uno mismo.
El trabajo de aprender a No depender.
El segundo es el desafío de decicir adónde voy.
La búsqueda de plenitud y de sentido.
Encontrar el propósito fundamental de nuestra vida.
Y el tercero, el desafío de elegir con quién.
El encuentro con el otro y el coraje de dejar atrás lo que no está.
El proceso de abrirse al amor y de hallar nuestros verdaderos compañeros de ruta.
Me he pasado fran oarte de mi vida consultando los apuntes que otros dejaron registrados en sus mapas. Consejos y sabidurías de muchos que me ayudaron a retomar el rumbo cada vez que me perdía. He dedicado casi todo el resto de mi tiempo a trazar en ideas mis propios mapas del recorrido.
Quizás las cambiantes respuestas que fuí encontrando puedan servir a alguno de los que, como yo, suelen animarse al descubrir que otro llegaron al mismo lugar por diferente camino. Ojalá puedan ayudar también a los que, en lugar de respuestas, prefieren encontrar sus propias preguntas.
El mapa nunca es el territorio y será responsabilidad de cada uno ir corriendo el territorio cada vez que su propia experiencia encuentre que el que suscribe está equivocado.
Sólo así nos encontraremos al final. Tú con tus respuestas, yo con las mías.
Querrá decir que las encontraste.
Querrá decir que también lo conseguí yo.
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